Lo de escribir no siempre se me da muy bien. Tengo que estar inspirada.
He comenzado algunos artículos, pero... como los deje a medias, ya no los termino, porque los leo para continuar y empiezo a cambiar las cosas. Mejor hacer otro, así que directamente a la papelera y gano tiempo.
Me gusta mucho hacer manualidades, coser, etc., pero lo malo es que me agarran temporadas, tengo unos trabajos en punto de cruz sin terminar y hay quien siempre me pregunta por ellos porque quiere que le enseñe y yo he prometido hacerlo cuando lo retome.
Ahora me ha dado por hacer trabajos en pañolenci o fieltro, he visto unos trabajillos por ahí y me han tentado, así que me he puesto manos a la obra con una compañera en plan "comercial" y lo bueno es que ya nos han pedido un par. Lo más grandioso de esto de hacer cosas, pensarlas y plasmarlas es que otros se sorprendan con lo que hacemos, y les guste.
Admiro a todas aquellas personas que tienen un gusto exquisito para hacer trabajos a mano, del tipo que sean, que dejan su granito de corazón en cada cosa que hacen. Hay algo que si puedo asegurar, y es que en todo aquello que hacemos con cariño estamos representados nosotros mismos, va un trocito de nuestro corazón en cada trabajo.
Recuerdo... con un poco de angustia y a la vez con una sonrisa ahora porque entiendo los: ¿por qué?; estaba cursando primero de Arquitectura y teníamos una materia llamada diseño, allí aprendíamos a diseñar espacios plasmándolos en planos y haciendo unas pequeñas maquetas para tomar conciencia de como se transformaba aquello de dos dimensiones a tres, las relaciones de los espacios y su impacto en el entorno.
Llegaba el día de la presentación y aparecíamos todos con nuestras maquetas, orgullosos, habiendo pasado noches sin dormir para terminarlas, con nuestros rollitos de planos abajo del brazo y más de uno terminábamos con un nudo en la garganta, haciendo fuerza para que no se nos escapara una lágrima porque el adjunto que nos evaluaba nos iba destrozando de a poco ese conjunto de cartones, corcho o telgopor que llevaban concentradas nuestras ilusiones.
En esos momentos era muy duro, pero nos daban con el cubo de agua fría en toda la cara para que entráramos en la realidad de lo que estábamos haciendo, así también de todos los que entramos ese año, creo que solo la mitad terminamos el curso. Aunque la verdad sea dicha, no es la única razón por la que muchos de los que comenzaron no continuaron estudiando.
Felicito a todos aquellos que construyen con su imaginación, sus manos y que en cada proyecto ponen su corazón por medio... espero estar a la altura y prometo mostraros lo que estoy haciendo para que me deis vuestras opiniones...Dulces sueños.